Ricardo Yus.
La educación humanista como forma de vida
Infancia y raíces
Ricardo Yus nació en 1954 en San Vicente del Raspeig, Alicante, en el seno de una familia humilde marcada por la tradición mediterránea y el esfuerzo cotidiano. Su padre fue mecánico naval de profesión, su madre siempre se dedicó al cuidado de un hogar marcado por la minusvalía psíquica y física del tercero de sus hijos. Cuando Ricardo tenía apenas dos años, la familia decidió trasladarse a Navarra, buscando mejores oportunidades laborales y un entorno más estable. Este cambio de paisaje —del Levante soleado al norte verde y montañoso— marcaría profundamente su sensibilidad y su manera de entender la diversidad cultural.
Desde pequeño mostró una curiosidad insaciable: preguntaba por todo, desde el origen de las palabras hasta el sentido de las fiestas populares. Sus maestros en la escuela rural de Navarra lo describían como un niño inquieto, reflexivo y con una capacidad especial para conectar ideas aparentemente dispares.
Juventud y vocación religiosa
En la adolescencia, Ricardo se sintió atraído por la vida franciscana, movido por el ideal de sencillez, fraternidad y servicio. Ingresó en la orden y allí profundizó en la filosofía, la teología y la pedagogía. Sin embargo, con el paso de los años, comenzó a cuestionar los métodos educativos tradicionales que encontraba demasiado rígidos y centrados en la memorización mecánica.
Su espíritu crítico lo llevó a un conflicto interno: amaba la espiritualidad franciscana, pero no podía aceptar un sistema que, según él, limitaba la creatividad y la capacidad de los estudiantes para pensar por sí mismos. Finalmente, tras un proceso doloroso pero liberador, decidió abandonar la orden y emprender un camino propio.
El nacimiento de un nuevo sistema educativo
A mediados de los años 80, Ricardo Yus comenzó a diseñar lo que él llamaba un “sistema educativo humanista adaptativo”. Su propuesta se basaba en varios principios:
Aprender haciendo: sustituir la memorización por experiencias prácticas, proyectos y debates.
Mirada amplia: integrar filosofía, arte, ciencia y tradición en un mismo marco de aprendizaje.
Adaptación constante: cada estudiante debía ser acompañado según sus talentos, ritmos y necesidades.
Humanismo activo: la educación debía formar personas críticas, empáticas y capaces de transformar su entorno.
Ricardo fundó pequeñas escuelas experimentales en Navarra y posteriormente en otras regiones de España. Su modelo fue recibido con entusiasmo por algunos sectores progresistas de la educación, aunque también con resistencia por parte de instituciones más conservadoras.
Reconocimiento y legado
Durante los años 90 y 2000, Ricardo Yus se convirtió en un referente en congresos pedagógicos internacionales. Publicó varios libros y ensayos, entre ellos Educar desde la pregunta y El aula como comunidad viva, donde defendía que el verdadero aprendizaje surge del diálogo y la curiosidad compartida.
Su labor no se limitó a la teoría: impulsó talleres en barrios obreros, colaboró con asociaciones culturales y diseñó programas de formación para maestros que buscaban renovar sus prácticas. Muchos de sus discípulos lo recuerdan como un hombre cercano, con una risa contagiosa y una capacidad única para convertir cualquier conversación en una lección de vida.
Filosofía vital
Ricardo Yus nunca dejó de lado la espiritualidad que lo había llevado a los franciscanos, pero la reinterpretó desde una perspectiva laica y universal. Creía que la educación debía ser un acto de amor y confianza en el ser humano. Su lema personal era: “No enseñamos para llenar cabezas, sino para abrir caminos.”
Hoy
Aunque Ricardo valoró retirarse a un pequeño pueblo navarro, hoy sigue escribiendo y asesorando proyectos educativos. Aunque su principal ocupación y misión vital es la de seguir formando en un modelo basado en pensar, sentir y actuar con libertad, y que quedará como un valioso legado educativo
